¿Para qué sirven las «smart city»?


Hará un mes se celebró en Barcelona el congreso de las “Smart Cities”. Más de 6.000 asistentes. Exitazo tal, que el evento se repetirá en noviembre de 2012. Se intuye que el siglo XXI será el de las ciudades, pues la urbanización del planeta avanza a pasos de gigante (se espera el 84% en 2030). Optimizar la gestión de los recursos precisará de  hacerlo también en las ciudades. Para ello se propone el modelo de las “ciudades inteligentes”, capaces de entender en cada momento qué se precisa. La idea es repensar las ciudades desde la sostenibilidad: ajustar la demanda de recursos con la oferta disponible en cada momento, reduciendo residuos, mermas y pérdidas. Las «smart cities» monitorizan en tiempo real la vida en la ciudad (humedad, tránsito, temperaturas, ocupación, polución, etc.), para conocer las demandas instantáneas y así gestionar la producción on line; es decir, mejorar el uso del agua, fluidizar el tráfico, reducir el consumo del alumbrado,…

¿Útil? ¿Positivo? Tengo mis dudas. Por varias razones. Por un lado, me gustaría saber como encajan las personas en las «smart cities» esas; por otro, cómo se internalizará la autoproducción de energía de los privados en la ciudad (algo que se producirá a escala masiva en pocos años, motivada por la grid parity, ya verán). En resumen, cuál va a ser el rol del individuo, con tanta centralización de datos. Tampoco tengo muy claro qué acaban aportando al ciudadano las ciudades esas.  ¿Cuáles son las ventajas de ese milagro?

Internet y las tecnologías digitales se han hibridado con nosotros casi totalmente: las tecnologías se han socializado (mire un iPhone -con un sólo botón-, o piense en un tablet) y la sociedad se ha tecnificado (imagine sólo un día sin banda ancha). ¿Hasta qué punto las redes sociales forman ya parte de nuestra identidad? ¿Nos podemos expresar sin ellas? ¿Es allí donde se nos espera socialmente? ¿Se cubre así nuestra socialización? ¿Qué perdemos de no estar allí? ¿Qué ganamos de estar? Y sí, hablamos de Facebook y de Twitter, pero también del e-mail, los blogs, los SMS (bueno, a esos los mató Whatsapp), Flickr, LinkedIn… El social media  permite una relación entre la sociedad mucho más horizontal. Es innegable. Que un tipo tuiteara su hartazgo de un programa de la telebasura española consiguió que sus anunciantes renunciasen… en una semana. La presión que generó el contagio viral de opiniones negativas fue enorme. Resultado de la comunicación lateral que facilitan las redes sociales: si se consigue masa crítica suficiente, permiten consolidar esquemas colectivos de relación bottom-up, es decir de abajo hacia arriba.

Caray. ¿La famosa y deseada “participación ciudadana» existiría gracias a la red social? Parece que sí; por su horizontalidad, ésta se transforma en una especie de enorme infraestructura P2P (peer-to-peer) global, de intercambio de conocimiento entre nodos de la red social, o sea las personas. La revolución del social media podría permitir un escenario diferente sobre el que construir las políticas y -claro- el urbanismo, donde la ciudadanía podría  tomar un papel activo, contrapuesto totalmente al urbanismo actual y, claro, a las “smart cities”. ¿Hay algo más top-down que un arquitecto trazando viales en un plano? Ya sabe, cuando el arquitecto y el político de turno -o los gestores públicos de forma general- se reunen para decidir si el vial va por aquí, si aquí va una escuela, si los edificios son planta más dos, o lo que les dé la gana; porque participar, lo que se dice participar en el planeamiento la ciudadanía poco. Como mucho, al final y rapidito.

En cualquier caso, esa versión del deus ex machina, en que se convierte la milagrosa «smart city», sigue dejando para el ciudadano un papel marginal, pasivo y reactivo. Es decir, el riesgo de la “smart city” es anteponer (¿de nuevo?) la gestión al individuo. Pasar a una pura gestión burocrática de la ciudad, donde el entorno se modifica en función del óptimo técnico y no humano. Piensen en los montones de infraestructuras que se han construido en España bajo ese paradigma top-down que ahora entendemos del todo inútiles. Ya sabe: Aeropuertos sin aviones, o en mitad de la nadaAutopistas vacías. Polideportivos demasiado grandes. Alta velocidad de muy baja ocupación. Y a la industria -fea y sucia- que le den. Paradoja total. ¿Realmente todas esas infraestructuras eran demandadas por los ciudadanos? Algunas no. Bueno, muchas. Pues eso también es urbanismo… ¿Quiere una «smart city» de verdad? Pues integre personas, calidad de vida y gobernanza. Y luego, si quiere, pensemos qué pasa con las infraestructuras.

Porque, además, las smart cities son imposibles si no se asume hasta qué punto se basan en el uso social de la tecnología. Para ser inteligente hay que saber lo que está pasando en todas partes y en todo momento; recogerlo, procesarlo y actuar. En otras palabras: se trata de monitorizar la vida urbana para optimizar los recursos disponibles. Y en tiempo real. Para ello son precisos sensores de todo tipo, gestionados por la Administración, así como por las contratas y concesiones a las compañías de servicios. O sea, que cuando podríamos horizontalizar la convivencia, igual la vamos a verticalizar. Si tiene dudas, mire el programa del Congreso y vea quién se interesa por estas cosas: empresas de servicios, consultoras, de telecomunicaciones, software y contratas de obra civil. O lo que es lo mismo: tarifas y cable, powerpoints, fibra óptica, contaje y zanja. ¿Y la ciudadanía? Al final. Porque se habrá dado cuenta de que, de nuevo, hablamos de infraestructuras; no de las necesidades de las personas.

Los problemas en las ciudades no son técnicos: son de gestión y gobernanza. De integración de colectivos, de mezcla de usos sociales, de racionalización del transporte, de incorporación de espacios verdes. El problema se basa en los (malos) hábitos adquiridos, como el consumo despilfarrador o la obesidad energética; no son de optimización del consumo existente. Las ciudades deben perder grasa sobrante, no moldearla ni liposuccionarla. La crisis nos va puede ayudar a ello. ¿Me pueden decir donde está la ventaja para el ciudadano de la “smart city”? ¿En reducir el consumo? ¿En nuevos servicios? ¿Cuáles? ¿Menores emisiones? ¿Necesitamos sensores para eso? O igual lo que necesito es un urbanismo más participativo, y dónde las cosas cuesten lo que valen; dónde el urbanista sepa qué me hace falta antes que lo que cree qué me hace falta.

En los últimos siglos hemos vivido varias revoluciones que han ido cambiando al agente que se encontraba en el centro social y político (el que mandaba, vaya). El Siglo XVIII -con la ilustración- desplazó a la iglesia (católica) del centro del mundo (los protestantes ya lo habían hecho con la Reforma en el siglo XVI). En el Siglo XIX -y con la revolución industrial- pasó lo mismo con la aristocracia: su influencia política ya no era suficiente ante la eficiencia y competitividad derivada de la industrialización. El Siglo XX -con la revolución energética, o sea el petróleo barato- desplazó a la burguesía del centro, al ampliar el estrato de la clase media; se pudo generalizar un alto estándar de confort de forma masiva y, con ello, una cierta meritocracia (al menos en occidente). Verán que todas esas «revoluciones» han logrado la horizontalidad a partir de una innovación de tipo “técnico”: conocimiento horizontal (la ilustración), tecnología horizontal (la revolución industrial), energía horizontal (el petróleo). Las innovaciones desplazaban a las élites del momento, que se veían incapaces de seguir controlando el poder. Y eso por pura obsolescencia técnica; o sea, nada personal.

Pues la red social coloca en la centralidad del siglo XXI al individuo. Es posible dirigirse a él de forma personalizada y particularizada. Horizontalidad global y, con ello, un nuevo empowerment derivado del social media. Los clientes ya no son abonados, anónimos, proletarios, o pesados: son ya personas con cara y ojos, nombre, y, además, con perfil socioeconómico singularizado. A mí me gusta. Si quieren algo de mí, deben pensar en mí (o al menos en mi segmento socioeconómico). Las redes sociales pueden hacer madurar al capitalismo poniendo cara a las personas anónimas. Miren si son válidas que en China no son bienvenidas. En otras palabras, ¿podemos pensar que en el siglo XXI el centro de la esfera social no será la persona? ¿Y eso no pasará en el siglo de las ciudades? Lo dicho, mientras no se demuestre lo contrario, las «smart city» no aportarán nada nuevo al ciudadano. Hoy vuelve, si es que se fue, el juego de las prioridades más que nunca. Y la prioridad del Estado moderno, endeudado, austero y en pleno downsizing no puede ser la ciudad inteligente de las infraestructuras, sino la ciudad de los ciudadanos inteligentes.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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9 respuestas a ¿Para qué sirven las «smart city»?

  1. Pingback: The Green Fatigue (o estar hasta las narices de la sostenibilidad) | el blog de David Ruyet

  2. Hola David:

    Gran artículo, nuestra más sincera enhorabuena.
    Desde nuestra plataforma estamos impulsando un debate on-line sobre este tema, y sería genial que participaras:

    http://www.paisajetransversal.org/2012/03/debata-sobre-smart-cities.html

    En twitter estamos utilizando el HT #DELG
    https://twitter.com/#!/search/%23DELG

    Muchas gracias por tu atención.

    Un saludo,

    Paisaje Transversal
    Blog: http://www.paisajetransversal.org
    Facebook: http://www.facebook.com/PaisajeTransversal
    Twitter: http://twitter.com/paistransversal

  3. Patxi Galarraga dijo:

    Separando el polvo de la paja… Muy bueno el post, muchas gracias!

  4. Right to the point, good! Las smart citties sin smart materials, smart resource management, smart production, smart water, smart diversity…y sobretodo SMART CITIZENSHIP estan condenadas a ser la nueva burbuja, y por tanto al fracaso. Nos acogemos a la tecnologia IT cuando no sabemos diseñar productos, ni edificios, ni redes en las que la ciudadania tenga un papel importante, primordial. Porque los bosques funcionan? Que alguien le eche un vistazo a la circulacion de materia y energia, y al role de TODOS los «ciudadanos» (seres vivos), y lo entendera. Por cierto, sin un solo metro de hilo de cobre…ya disponen del micelio de los hongos.

    • David Ruyet dijo:

      Gracias por su comentario, Ignasi; es sencillo; los problemas de las ciudades no son técnicos, sino de gobernanza. No son problemas de hardware, sino de software. Pero, además, ahora es muy difícil justificar que se monte un complejo sistema de comunicación antes que, pongamos, una guardería. En otras palabras, antes nos hará falta un antivirus que el Photoshop. Gracias por seguir el blog.

  5. Antonio Díaz Méndez dijo:

    Enhorabuena David, por este excelente artículo. Creo que ya te lo habia dicho por twitter cuando lo vi en un RT de Paco Longo.

    Coincido con tus planteamientos desde un enfoque de «gestión inteligente de ciudades» sobre el que vengo trabajando desde hace tiempo.

    En un grupo que tenemos en LINKEDIN sobre ADMINISTRACION INTELIGENTE , he abierto un debate sobre «ciudades inteligentes» donde hemos puesto un enlace a tu post.
    Te invito a que lo visites : http://www.linkedin.com/groupItem?view=&gid=2090222&type=member&item=89030057&qid=515c5d29-579e-498a-80a9-f736e2d520ca&trk=group_most_popular-0-b-ttl&goback=%2Egmp_2090222.

    Un saludo muy cordial y enhorabuena.

    • David Ruyet dijo:

      Muchas gracias Antonio por su comentario y por seguir este blog. Efectivamente, el reto de las «smart cities» pasa por ser «smarter»; y es que el reto ya no sólo de la planificación urbana, sino de establecer las prioridades de la gestión del urbanismo. Intentaré participar en su propuesta; muchas gracias por su invitación.

  6. Reblogged this on + Eficiencia Energética inversión = 0 and commented:
    Como siempre un punto de vista claro, iluminante y fácil de comprender. ¡Gracias!

  7. Anselmo dijo:

    PARA QUE SIRVEN LAS SMART CITY
    Un concepto que suena muy bien, y que incluso podría servir de pretexto para alimentar una nueva burbuja.
    En mi humilde opinión, el concepto de ”inteligente” es antagónico al de “ciudadano”, porque la existencia de una ciudad requiere una desarrollada división del trabajo y por tanto la existencia de jerarquías y férrea disciplina, lo que hace imprescindible tanto limitar el acceso al saber a los ciudadanos de base, como fomentar su embrutecimiento mediante:
    a) la educación para convertirlos en especialistas más o menos cualificados dentro de su campo del saber, así como en consumidores compulsivos
    b) la información distribuida por los medios de comunicación de masas.
    c) los diferentes medios de entretenimiento.
    Viendo el ejemplo de sociedades que llevan cierto adelanto a la española en este proceso, como la británica o la de USA , puede verse que el problema que el éxito de este proceso de embrutecimiento plantea es que, en lugar de ciudadanos embrutecidos, el resultado final sea chusma entregada al turismo etílico y al balconing, de la que sirven como botóan de muestra
    la matanza ocasionada por hooligans del Liverpool en el estadio Heschel,y también el caso de aquellos soldados estaodunidenses, degenerados que se divertían torturando presos irakies y habían llegado a un grado de estupidez tal que se les ocurrió filmar y divulgar entre sus amistades sus despreciables acciones, con lo que al final …..¡ los vídeos terminaron en Youtube!

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