¿Estamos viviendo la tormenta perfecta? ¿Es la convergencia de las tres actuales crisis financiera, ambiental y energética el anticipo del fin del business as usual, por decirlo de una forma poco traumática? ¿Se está yendo todo a la mierda, por decirlo de una forma más traumática? Si esto se lo preguntas a Richard Heinberg la respuesta es rápida, simple y clara: SÍ («Yes» en V.O.). Buen rollo.
Heinberg es un ecólogo que se ha especializado en estudiar las consecuencias sociopolíticas del peak oil; también dirige uno de los blogs sobre el tema con mejores criticas, y su museletter (con 18 años de historia ya) tiene cierto prestigio, aunque sigue siendo un outsider algo mal visto (no sale en TED; con eso está todo dicho). Ha escrito varias obras de divulgación de la futura crisis energética, todas deprimentes casi desde su título, como: «The Party’s Over: Oil, War, and the Fate of Industrial Societies» de 2003, «The Oil Depletion Protocol: A Plan to Avert Oil Wars, Terrorism and Economic Collapse» de 2006, «Peak Everything: Waking Up to the Century of Declines« de 2007, o «Blackout: Coal, Climate, and the Last Energy Crisis«, de 2009. Qué guay: guerras, ocaso, colapso, terrorismo, última crisis, apagón total, decadencia, declive… O sea como para echarse a temblar o a llorar, depende del día.
Una de las aportaciones más interesantes de Heinberg ha sido divulgar el «Oil Depletion Protocol«, un documento que propone un mecanismo para civilizar la gestión del crudo más allá del peak oil (recordemos: costes marginales crecientes, lo que no significa agotamiento inmediato del petróleo). El protocolo fue propuesto en 2003 por el geólogo Colin J. Campbell, y denominado el protocolo de Rimini (también llamado de Uppsala). El tal Campbell fue uno de los fundadores junto con Jean Laherrère en el 2000 de ASPO: la Association for the Study of Peak Oil and Gas. Se trata de una red de científicos y técnicos interesados (y un pelín obsesionados) en el peak oil y sus consecuencias. La filial asociada de ASPO en España es AEREN, y la forma mucha gente seria. La idea del protocolo es establecer un modelo regulado oferta-demanda que permita reducir las esperables tensiones geopolíticas: los compradores irían reduciendo su demanda un porcentaje anual (la Tasa de Agotamiento Mundial o World Depletion Rate), mientras que los productores irían reduciendo las exportaciones según la misma tasa. Sobre el papel (que lo aguanta todo) no está mal, aunque suena algo ingenuo.
Es probable que en los próximos meses se hable bastante más de Heinberg, pues acaba de publicar el aún más deprimente «The End of Growth: Adapting to Our New Economic Reality» y, conociendo el nivel del periodismo actual (al que le pone eso del apocalipsis energético), igual se convierte en un hype (que se pondrá de moda, para entendernos; de hecho el Blog Salmón ya lo comenta). Heinberg establece en «The End of Growth» que la crisis de 2008 significó el fin del crecimiento entendido como hasta ahora: la expansión permanente de la economía global, con cada vez más personas, más dinero, y mayores cantidades de energía y bienes materiales yendo de aquí para allí. A partir de ahora deberíamos esperar crecimientos locales bajos, en ningún caso globales porque, según la visión de Heinberg, el mundo pasará a ser un terrible escenario de suma cero (lo que yo gano, tú lo pierdes) de lucha por los recursos. En un escenario así, los consensos globales pasarían a ser muy difíciles, se multiplicarían los conflictos y las políticas proteccionistas constituirían el nuevo policy-making: «Tribalismo, nacionalismo y populismo» dice Luís Garicano. Vuelve Malthus por la puerta grande (si es que alguna vez se fue). Para facilitar el tema, Heinberg se marca un video muy chulo para presentar parte del libro.
El crecimiento global es un fenómeno reciente (y aquí va un paper de Oded Galor de Brown, el de la teoría del crecimiento unificado, que lo certifica), propio del siglo XX y (con pocas dudas) basado en el uso masivo de un elemento de alta densidad energética como el petróleo, a precios bajísimos hasta los años 80. La idea más interesante de Heinberg al respecto es que la enorme masa de deuda actual es el resultado de un cambio tácito de modelo: se habría producido la sustitución del paradigma de crecimiento industrial y tecnológico -para nuevos productos de consumo- por otro de simple transacción de activos, progresivamente hiperinflacionados, resultado de una enorme burbuja artificial de liquidez sin sentido en un mercado sin crecimiento perpetuo. Y ahí introduce el elemento de la burbuja de commodities petrolíferas de agosto de 2008 como detonante, aunque en realidad entiende que el colapso económico lo determinó el fin del crecimiento espiral financiero-inmobiliario. OK, Heinberg: agotamiento de recursos, impactos ambientales y colapso financiero hacen pensar que el futuro inmediato (el «new normal») no va a ser como era hasta ahora (el «old normal») y que habrá que adaptarse: «In effect, we have to create a desirable “new normal” that fits the constraints imposed by depleting natural resources. Maintaining the “old normal” is not an option». El problema es que tiene pinta de Todestrieb freudiana y poco científica. Mucha letra y poco número, vaya. Krausman dijo casi lo mismo en 2009 y resultó mucho más creíble (aquí).
La situación de crisis global actual, tras una leve recuperación en 2010 muy desigual y por regiones, vuelve a amenazar con una recesión en 2012. Al respecto dice Nouriel Roubini «esta fue primero una crisis financiera muy modesta, después mutó en crisis económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis de divisas. Y esto no ha terminado…«. Y la cosa pinta como una «W» com una casa de pagès… Es más que probable que durante algunos años las cosas no vuelvan a ser los días de vino y rosas que fueron. Los Estados van a estar terriblemente endeudados y presionados por el mercado al menos cinco o seis años, resultado del fracaso sistémico monetario-financiero (en el que también se lucieron). La solución a corto parece que va a ser exprimir fiscalmente a las clases medias, vía impuestos directos e indirectos (que se preparen tabaco y alcohol), reduciendo los servicios sociales; o sea lo más facilón (demostración: Italia). Al margen de lo que diga Heinberg y sus cosas, parece vislumbrarse a muy corto plazo una época de complicaciones globales, donde la escasez puede que sea el nuevo paradigma (difícil acceso a financiación, materias primas y recursos energéticos). Atentos.