Goodbye, yellow brick road


MGM (1939)

8 de noviembre de 2013. El presidente emérito de la Universidad de Harvard y antiguo secretario del tesoro con Bill Clinton, Larry Summers, hablaba durante una mesa redonda en el FMI. En 16 minutos Summers puso sobre la mesa el principal problema de la economía mundial (hasta la pandemia del coronavirus). La sesión empezaba bien: «that a remarkable job was done in containing the 2007-2008 crisis”. Y luego un gran «pero»: «Four years ago, the financial panic had been arrested […]. But in those four years, the share of adults who are working has not increased at all».  Summers hablada de «recuperación sin empleo». Mejoraba la economía, pero sin generar ocupación. Esto no ha sido inusual en las grandes crisis, que cada vez precisan de mayor tiempo para recolocar trabajadores. Minuto 7: “I wonder if […] a set of older ideas that went under the phrase «secular stagnation» — are not profoundly important in understanding Japan’s experience, and may not be without relevance to America’s experience”. Summers recuperaba una expresión olvidada durante unos 80 años: el estancamiento secular. Ese término estaba asociado a Alvin Hansen, un economista discípulo de Keynes, que en los años 30-40 del siglo pasado planteaba si tras la Gran Depresión la demanda sería suficiente para impulsar la recuperación o (como el sugería) quedaría estancada perpetuamente en crecimientos mínimos, en una época histórica donde la demografía era el elemento principal para crecer económicamente y ser actor geopolítico. Pocos años antes, en 2011, el profesor Tyler Cowen había escrito «The Great Stagnation” y analizaba lo que parecía el haber llegado una meseta sin crecimiento. En los primeros años de la década del 2010, todo era pesimismo económico entre los tecnócratas.

Desde el crack de las puntocom en el 2000 (tasa de interés USA máxima 6,5%) y, más o menos, hasta 2004 (tasa de 1% mínima) cualquier desaceleración de la economía norteamericana, POR LA RAZÓN QUE FUESE, era seguida de una baja de las tasas de interés para impulsar la actividad. A esa política se la denominó «Greenspan put» por el Presidente de la Reserva Federal (Fed) entre 1980 y 2006 de la Reserva Federal. Detrás de esos “put”, solían ir ajustes del Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra. Hoy sabemos que esa etapa de crédito barato fue el origen de la Gran Recesión de 2007-2008. Ya sabe: una enorme cantidad de crédito en todos los mercados que, poco a poco, asumía inversiones más arriesgadas. Primero, en los mercados inmobiliarios, invirtiendo en hipotecas de menor solvencia y mayor riesgo de impago; más tarde, en las commodities (llevando el petróleo a más de 100 USD a inicios de 2008). Con esa liquidez inundando los mercados, la inflación empezó a aumentar (+3% anual desde 2005) y las tasas de interés empezaron a subir (hasta el 5,25% en 2007); se intentó bajar más tarde, pero ya no había tiempo. Primero llegaron las insolvencias; sin dilación, las quiebras. Y Lehman. Y todo cayó como un castillo de naipes. Tras el crack, se optó por recapitalizar la quebrada banca internacional a costa de la deuda de los estados; en noviembre de 2008 el G20, de forma coordinada, estableció un enorme programa mundial de estímulos monetarios y se bajaron (de nuevo) las tasas de interés para impulsar la recuperación, pero esa enorme burbuja de deuda soberana ni generó mucho empleo, ni impulsó mucho el crecimiento. De una crisis financiera, se pasó a una económica y, de ahí, a una fiscal.

The Economist (2015)

Cuando Greenspan se retiró en 2006, tanto Ben Bernanke como Janet Yellen siguieron con la política de ayudar a los mercados financieros en dificultades inyectando liquidez cuando fuese necesario. El «Greenspan Put» ya era el «Fed Put”. 10 años después de la Gran Recesión, la economía mundial crecía a un promedio de +1,78% (datos del Banco Mundial y la OCDE para el periodo 2010-2019). Inundados de liquidez, el estancamiento era el paradigma. Hoy pocos economistas dudan del diagnóstico de Summers en noviembre de 2013. Krugman, a los pocos días reconocía en su blog del New York Times el acierto de su compañero. Coincidía en la dificultad en buscar soluciones en la demanda, y también planteaba la duda sobre si solo se podría crecer y generar empleo sería a base de hinchar y explotar burbujas en un escenario de crecimiento vegetativo. Summers lo explicaba en 2013 así: “Too easy money, too much borrowing, too much wealth. Was there a great boom?”. Y ahí aparece la llamada “trampa de liquidez”. Aunque haya liquidez, en un escenario de bajas tasas de interés muy bajas e incertidumbre la tendencia es acumular el efectivo en depósitos bancarios o en bonos. ¿Lo duda?A finales de 2019  sólo entre Alphabet, Apple, Facebook y Microsoft tenían 328 mil millones de dólares en la caja). En efecto, aumenta el ahorro esperando a que, en algún momento, suban las tasas y mejore la rentabilidad de forma automática. En ese escenario se entiende porqué hoy los depósitos bancarios no rinden nada, las comisiones bancarias se han disparado o, incluso, muchos bonos emitidos por los países rinden tasa negativa (¡se paga por tener deuda soberana! pero se supone que no se perderá ese inversión con garantía de un estado… incluso España se añadió a ese exclusivo club de bonos soberanos que cobran por tenerse). El miedo ya no es ganar poco o perder con la inflación (que es muy baja). El miedo es a una gran corrección.

El «new normal» para Summers sería gestionar «an economy in which the zero nominal interest rate is a chronic and systemic inhibitor of economic activity, holding our economies back below their potential«. Pero en 2017 Donald Trump nombró a Jerome “Jay” Powell como Presidente de la Fed y, de a poco, este fue recuperando las tasas de interés deshaciendo la “política monetaria asimétrica” de sus predecesores (ante las quejas del propio Trump). ¿Habría un cambio de dinámica? No sabremos, porque entonces llegó el coronavirus. En marzo de 2020, las bolsas mundiales caían un 30%. Se cerraron las fronteras, los estudiantes de todo el mundo fueron a hacer sus clases por internet y se cerró todo aquello que no podía mantener suficiente “distanciamiento social”. El mundo se confinaba y un shock voluntario de demanda constituiría el experimento socioeconómico más masivo de la historia. La amenaza de la peor recesión desde la segunda guerra mundial motivó la mayor inyección de liquidez vista en menos tiempo: billones de dólares, yenes, euros, yuanes, pesos… Se calcula que a final de 2020, la deuda mundial supera los 270 trillones de dólares (el +350% del PIB mundial). Pero este problema ya venia de antes… En efecto, hay una enorme burbuja de deuda global; pero esta se compone de varias otras burbujas de deuda: deuda corporativa de las empresas, deuda de tarjetas de crédito, deuda hipotecaria, deuda de préstamos estudiantiles y deuda soberana emitida por los estados. El mundo está ahogado en deuday el desempleo mundial en 2020 aumentó un 8,3% afectando a 144 millones de trabajadores según la Organización Mundial del Trabajo, y el desempleo mundial llega a 220 millones de personas. En promedio la economía mundial cayó un -10% en 2020 y SI TODO VA BIEN se podrá recuperar un +5% en 2021 y de forma muy desigual por regiones…

IIF (2020)

Pero, pandemia aparte, ¿son los créditos bajos y de tanto billete emitido la única barrera al crecimiento? No. Hay varios y múltiples elementos estructurales. Por un lado, por la incertidumbre, se ahorra más y se gasta menos; por otro lado, cada vez somos más viejos (incluyendo a los trabajadores). El gasto social a los mayores se ha disparado: las pensiones han aumentado entre el 4 y el 7% del PIB mundial, y la atención a la vejez, del 2 al 5% del PIB mundial. Pero la jobless recovery se explica también por los cambios estructurales producidos en los mercados laborales por la digitalización. ¿Lo duda? Piense en cuantos diccionarios o enciclopedias tenía en casa hace unos años. La gratuita Wikipedia mató el negocio de las enciclopedias de 3.000 millones de dólares anuales. Nunca fue tan barato escuchar toda la música del mundo en streaming por 10 dólares al mes. ¿Cuántos CDs se ahorró? Ninguno. Simplemente no escucharía tanta. Según Nielsen, el consumo de música aumentó un +9% en 2020. ¿Y Netflix? Cine en casa cuando quiera. ¿Y Whatsapp? ¿Cuanto costarían todos esos SMS? Whatsapp o WeChat son gratis para matar al SMS. ¿Cuánto dejan de ganar las empresas de telefonía? El 5% de su negocio por culpa de todas esas apps… Con la digitalización consumimos más (envíanos más mensajes, llamamos más, compramos más, escuchamos más música) y lo hacemos más barato. O gratis. Es la deflación digital. Más consumo digital, mayor transparencia de precios comparables en la web, menores coses de distribución por optimización logística, y todo ello sin aumento de precios pero casi sin generación de empleo. Pero ¿lo digital mejora la productividad? No lo parece. Entre el año 1920 y 2004 la media fue de +1,47% anual. Entre 2004 y 2014, sólo del +0,54%. Es la famosa “Paradoja de Solow”: la era digital estaba en todas partes menos en las estadísticas de productividad.

El profesor Robert J. Gordon lanzó una teoría al respecto. Investigador en Northwestern, publicaba en 2016 el excelente «The Rise and Fall of American Growth«. Como Krugman o Summers, Gordon se centra en la oferta para explicar la desaceleración del crecimiento. Para ello realiza una evaluación histórica de1920 a 2014. La media del PIB entre 1920 y 2004 fue de más del doble (3,45%) que entre 2004 y 2014 (1,58%)… ¿Y la productividad? Casi el triple (1,47% frente a 0,54% ) ¿Como lo explica Gordon? Fueron épocas muy diferentes y con disrupciones no comparables. En efecto, la implantación masiva de las invenciones de la segunda revolución industrial de 1920 a 1960 (telefonía, electricidad, fordismo, taylorismo) o la introducción de la computación en el empleo moderno de la tercera revolución industrial de 1970 al 2000 (las TIC, el procesador de Intel, el computador personal o internet) fueron de implantación masiva. ¿Hoy? el 62,5% de la población mundial tiene acceso a internet y la Revolución 4.0 avanza con sus robots, inteligencia artificial y transformación digital ¿llegará al grueso de la población? Gordon un “Tecno-pesimista” concluye que las nuevas innovaciones no tienen el potencial de las anteriores, y que se cierne ante nosotros una etapa de baja productividad y crecimiento por varios “vientos en contra” (“headwinds”) que impiden crecer: la demografía de una población envejecida y demandante de recursos, estancamiento educativo endeudado para pagar su formación, desigualdad de ingresos y elevada burbuja de deuda que captara recursos al desapalancarse. En este escenario, los aumentos de PIB per cápita no van directamente al bolsillo… Gordon lo calcula: un deprimente +0,3% anual de aumento de la renta. ¿Qué nos espera en esta nueva década? ¿Cambios radicales en la organización de la sociedad y su crecimiento? ¿o simplemente estamos hablando de que vamos a ver nuevas apps? Decía Peter Thiel con ironía que “queríamos autos voladores, y en su lugar tenemos 140 caracteres”. El futuro no es lo que solía ser, y parecería que el camino de la felicidad, pavimentado con ladrillos amarillos y que lleva a la Ciudad Esmeralda en Oz, se desvió por la senda del estancamiento secular. ¿Y ahí? Sin crecer y con la demografía (en especial en el porcentaje de mayores) al alza, seguramente niveles de vida más bajos, menor empleo, mayores déficits presupuestarios, salarios más bajos y mayor desigualdad. Ya lo avisó Elton John en su día: “Goodbye, Yellow Brick Road”.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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Una respuesta a Goodbye, yellow brick road

  1. Mariano dijo:

    La respuesta está en este mismo blog, en muchos de los posts, el planeta no da para más, nos pongamos como nos pongamos, vamos al decrecimiento sí o sí, por ejemplo:

    Una deuda ecológica con el planeta de los cuatro demasiados

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