Elogio al miedo


Ramy Kabalan (C)

Una de las palabras quién sabe si más estigmatizadas de la lengua española es “miedo”. Miedo a perder, miedo a morir, miedo al ridículo, miedo a fracasar… Miedo como sinónimo de bloqueo. Miedo, o la parálisis ante la duda. Miedoso como la etiqueta del cobarde. Miedo como estigma para aquél que no se atreve. Miedo, esa sensación de angustia que aparece cuando detectamos un riesgo, y al que nos enseñan que hay que ignorar: “Para quien tiene miedo, todo son ruidos” dejó escrito Sófocles en «Edipo Rey» en boca de Corifeo justo cuenta la epidemia asolaba Tebas. Miedo, como enemigo al que combatir: “El enemigo es el miedo. Se piensa que es odio, pero es miedo.” se atribuye a Gandhi, alguien que perdió el miedo con convicción. El miedo, esa sensación que nos enmascara la realidad como decía Rudyard Kipling: “Los peores embusteros son los propios temores.” El infravalorado Mark Twain también escribió en su día sobre el miedo: «Hay varias buenas protecciones contra la tentación, pero la más segura es la cobardía.”. El miedo sería una enorme barrera para disfrutar la vida con plenitud, no accesible para los cobardes.

¿Es malo tener miedo? No. ES ÚTIL, y mucho.

El miedo se justifica en la misma condición física del ser humano. Un bebé recién nacido no es como un ternero, que al poco de nacer se levanta y se mueve buscando a su madre para amamantarse. El enorme tamaño del cerebro del bebé humano le complica gestarse completamente dentro de la madre. Tras el parto, el cerebro sigue creciendo (1% diario) hasta alcanzar la mitad del tamaño del adulto a los tres meses. Nacemos siendo los seres más vulnerables de la Tierra y el miedo es nuestro primer mecanismo natural para sobrevivir. Imagine a uno de los primeros niños Homo Sapiens hace 315.000 años. Entonces las plantas constituían el 99% de la dieta. ¿Cómo distinguir una planta comestible de una tóxica? Las peligrosas no dan pistas, y ahí no sirve el prueba-error… A partir de los 18 meses, los bebes rechazan por regla general sabores o alimentos que no probaron antes, y en especial… las verduras. Nuestro ADN se ha perfeccionado para evitar que un niño perdido en un bosque se coma cualquier baya venenosa. El miedo a lo desconocido, como respuesta intuitiva para protegernos, está programado en nuestros cromosomas.

Pixabay (c)

H.P. Lovecraft escribió “La emoción más antigua y fuerte de la humanidad es el miedo”. en efecto, como homínidos somos muy eficientes gestionando de forma natural el “no”. ¿Van unidos miedo e intuición? Son respuestas psicológicas muy parecidas. En 2005, Malcolm Gladwell escribía su segundo libro: “Blink: The power of thinkin without thinking”. En ese libro, que fue superventas, el habitual escritor de The New Yorkerdesarrollaba la idea de que, al revés de lo que se suele pensar, nuestro cerebro es especialmente eficiente tomando decisiones rápidas y acertadas, mientras que muchas veces el exceso de información nos hace desviarnos de lo que es realmente relevante (la famosa “parálisis por el análisis”). En muchas ocasiones sabemos qué hacer de forma inmediata sin pensar qué debemos hacer. Instinto, reflejo, olfato, intuición, visión. Somos más esclavos de las emociones, de las decisiones que nuestro cerebro toma por su cuenta, que dueños de nuestro pensamiento. Primero actuamos intuitivamente y luego, con el diario del lunes, racionalizamos lo que hicimos desde el sesgo de retrospectiva. Somos testigos de vuestros comportamiento y redactores a posteriori.

Suele decir Nassim Nicholas Taleb (el autor del “El Cisne Negro”) al ser consultado sobre el miedo: “Yo te hago una simple pregunta: ¿prefieres que tu piloto de avión sea un pesimista o un optimista?”. La respuesta es evidente: nos convienen gestores pesimistas. Si en marzo de 2020 los políticos de Occidente hubiesen entrado en pánico real con el coronavirus, y no hubiesen optado por el “noes para tanto”, “les pasa a los demás”, “vamos viendo” (o la peor de todas: “todo saldrá bien”) quizás hubiésemos cambiado miles de muertos por la pandemia por ridículas peleas por latas de garbanzos en los supermercados. Estamos flojos en matemáticas. Nos cuesta entender las relaciones entre la curtosis (las formas de las funciones de distribución de probabilidad de eventos y, por tanto, la distancia a la que están las colas que indican los eventos improbables ya sean positivos o negativos) y el valor esperado (escenarios más probables en el medio plazo). Es el problema de las funciones de distribución de colas largas: un 99% de éxito no vale tanto como un 1% de desastre total: un pavo vive feliz, bien cuidado y sin problemas hasta la víspera del gran banquete. Sólo no ocurre lo que tiene probabilidad nula, el resto acaba pasando (la Ley de Murphy, vaya). La paranoia como estrategia de supervivencia como hiper-protección muy es útil, porque te permite llegar vivo a mañana. Los optimistas, que suelen creer en el principio de Pareto, están todos muertos en las colas largas de la función de distribución.

Brittany Payjack

Algunas reflexiones sobre el miedo como estrategia eficiente, algo tan útil como desgastante y que, por tanto, quizá no es para todos:

  1. El miedo te mantiene vivo: Hay que escuchar al miedo, porque es el mejor altavoz que nos da nuestro cerebro para poder sobrevivir. Nuestro ADN está programado para perpetuarse y el miedo es un mecanismo de supervivencia que se pone en marcha cuando el cerebro detecta peligros potenciales o evidentes (si actúa tarde) o incluso el riesgo. La mitad de las pequeñas empresas en Europa tienen miedo sobre su pervivencia, y el 75% de las empresas no duran más de 10 años.  El miedo al fracaso acecha al mundo del empresario: perder clientes clave, perder al mejor talento, equivocarse con un nuevo producto, quedarse sin financiación… Para los empresarios el coraje no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de persistir a pesar de ello. Es más, ¿El miedo a equivocarse en un importante reto puede impulsar el asumir proyectos más sencillos con éxito?
  2. El miedo motiva: esa terrible sospecha de que vamos a equivocarnos, de que fallaremos, de que no estamos preparados… Esa sensación angustiosa de que somos impostores ante la persona que realmente somos, débil y asustada. Pero el miedo a fracasar puede servir también para mantenerse alerta y concentrado. Es muy útil para cuestionarte todo el tiempo. En Netflix gestionan con cultura del miedo. Cuando un empleado es despedido, se celebra una reunión con los miembros del equipo analizando porqué; luego se envía un correo electrónico a otros empleados explicando lo que el desvinculado hizo mal. Es una práctica discutible, pues el empleado ya no puede defenderse, pero quizás también sea una potente herramienta de estímulo: ¿Estoy en el camino correcto?¿Podré con este reto? ¿Estoy haciendo lo mejor? El miedo como herramienta para plantear dilemas personales, o éticos, actúa como un motivador para ser mejor día a día. Es algo tan potente como peligroso: en ocasiones una motivación negativa desencadena otras emociones negativas. infundir terror no suele ser una formar de obtener resultados a medio plazo.
  3. Todos tenemos miedo: no existen personas sin miedo. Los psicólogos hablan incluso de 5 miedos universales: la mutilación (o la pérdida de una función natural), la parálisis (o sea, la pérdida de libertad física o mental), el abandono (que no la soledad), la humillación (la pérdida de la personalidad), la extinción (la no-existencia, vaya). Todos tenemos miedos, y todas las culturas admiran el valor. Y si bien el valiente era originalmente un guerrero, el concepto de valiente ha evolucionado en el tiempo. Hoy el valeroso no es un vencedor, sino aquel que hace el bien. Un virtuoso. Y es que el valiente también siente miedo, pero actúa «a pesar de su miedo». Ese comportamiento razonado se sobrepone a la intuición neurológica, y entra en la dimensión ética, razona José Antonio Marina. El valiente supera su miedo porque quiere hacer otra cosa; quiere hacer algo mejor aunque tenga riesgo. “Mi carne puede tener miedo; yo no”, decía Borges.
  4. No diga miedo: busque, si quiere, un sinónimo más positivo. “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” razonaba con acierto Wittgenstein. Para Lacan la estructura del lenguaje se descodifica solo el inconsciente. El nombre de las cosas acaba modificando su significado. No todos entendemos las cosas de igual manera y el sesgo cultural modifica los significados más de lo que pensamos. Solo las expresiones matemáticas pueden ser “iguales” entre ellas. Las palabras siempre van a ser “similares”, en el mejor de los casos… No diga “miedo” y use otras palabras como “cautela”, “prudencia”, “sensatez”, “responsabilidad”… Dígase a sí mismo “de momento no estoy preparado” si le parece mejor. No hay que romper las barreras. Ni siquiera hay que saltarlas. Analice esa barrera mental y descubra como rodearla. No diga “miedo”, si no quiere; basta con que se refiera a su “M-ecanismo I-nterno E-special de D-iagnosis O-perativa”.
  5. El miedo, un generador de futuros posibles: analizar nuestros miedos equivale a conocer nuestras limitaciones. Temer nos puede permitir ajustar mejor nuestras expectativas. Al temer sobre el futuro de los mercados financieros, evaluamos qué podría salir mal y calculamos el resultado probable en función de un rango apropiado de escenarios alcistas y bajistas. “La maldición del ganador” solo la sufren los avariciosos, no los prudentes. Cuando una persona motivada por el miedo ajusta así sus expectativas, tiende a trabajar duro para asegurarse de superar sus retos. El miedo ya no es un freno, es una alerta sobre que podemos conseguir y qué no. La cigarra tenía miedo del invierno. Los paranoicos prometen poco, pero suelen tener futuro. ¿Gana quién mejor acierta o gana quién mejor corrige? El análisis pre-mortem puede ser una interesante forma de vida.

El miedo o, mejor aún, el pánico les salvarán en el largo plazo. En caso de duda sigan a sus miedos, que les protegerán mejor que lo que ustedes creen. Llevamos más de 300.000 años de experiencia en ese negocio.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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