Teorías del colapso energético (XVI): la tragedia de Suburbia según James Howard Kunstler


Si escogiésemos una fotografía de una persona al azar durante el siglo XXI ¿dónde se tomaría? muy probablemente en una ciudad. Naciones Unidas considera que en 2007 hubieron, por primera vez en la historia de la humanidad, más personas viviendo en las ciudades que fuera de ellas. Esta tendencia a la urbanización (unas 180.000 personas al día en todo el mundo), este éxodo rural hacia lo urbano resultará algo imparable en el nuevo siglo. Hoy el 50,5% de la población, es decir 3.500 millones de personas, vive en ciudades y en 2025 se prevé que sea el 56,6% (eso y 8.000 millones de personas en todo el planeta). El modelo tradicional de urbanización establecía un push del campo a la ciudad debido a la pobreza y falta de oportunidades, y un pull desde la ciudad al campo a la busca de servicios, educación y empleo. A gran escala, este modelo tan simple push-pull también se replica entre países: olas migratorias del tercer mundo al primero en busca de oportunidades (si la globalización no lo evita). En este siglo los problemas de las personas serán, con gran probabilidad, los problemas de vivir y no vivir en las ciudades.

James Howard Kunstler escribió un 1993 “The Geography of Nowhere: The Rise and Decline of America’s Man-Made Landscape”. En él criticaba a la sociedad americana, y en concreto a su modelo básico de urbanización: planificación arquitectónica deficiente, uso extremo del automóvil y sprawl urbano (esas ciudades artificiales, sin mix, sin servicios ni comercios, de miles de casas pareadas idénticas con jardín y piscina, a las afueras de las grandes ciudades, suburbios literealmente). Esos “barrios suburbanos del automóvil» originados en USA como resultado de la ciudad postindustrial de los años 50 que huía del downtown, el desarrollismo de la postguerra y el “baby boom”. Todo ello acrecentado en los 70 del “crece como sea”. En inglés le han dado un nombre más chulo: “suburbia”.  La imagen en nuestras cabezas del “American Dream” habría cesado su función como hábitat urbano válido según Kunstler. Serían necesarios nuevos modelos de ciudad, más allá de lo que él califica como “tragic landscape”: sería preciso recuperar el espacio público, el bien común y las relaciones vitales. Le cayeron bastantes palos. Es lo que hay.

Tras ese libro Kuntsler -algo más cercano a un periodista que a un académico- ha escrito más sobre el fin de este urbanismo hipertrofiado (“age of skyscrapers is at an end”), asociándolo con el peak oil y el seguro cambio climático (“no longer a theory […] but an stablished scientific consensus”). Aunque desde hace unos años se dedica a la ficción (apocalíptica, of course) , escribió en 2005 el libro que le ubicó en el mapa doom: “The Long Emergency: Surviving the Converging Catastrophes of the 20st Century”. Allí planteaba un ”likely to happen” escenario post peak-oil para el siglo XXI, donde vendrían a confluir el cambio climático, plagas y epidemias, escasez de agua, inestabilidad económica global y un clima de conflicto bélico permanente para las generaciones futuras¿Solución? Pues la cosa no tendría muy buena pinta, porqué el cada vez más difícil acceso a gas natural y petróleo (y, por tanto, más caro) drenaría todos los recursos económicos que permitan un cambio de modelo energético y financiar la necesaria reconversión tecnológica. Además, las energías alternativas no darían para mucho y el modelo de movilidad extensivo llevaría al suburbia a la ruina. Para Kuntsler el escenario futuro resultaría especialmente grave en las ciudades más grandes, con menor capacidad de autosuministro de energía, agua y alimentos. Que la Long Emergency esa nos dejaría una mierda de planeta y un follón de no saber dónde uno se ha metido.

Kunstler defiende la validez de las propuestas de Malthus (hasta las de Ehrlich, el de “The Population Bomb”), que sólo habrían fallado debido al petróleo artificialmente barato. Se acabó la fiesta: “Adios Globalism” (sic). Olvídense del té importado de Sri Lanka servido a un coste ridículo en una cafetería junto a un Wal-Mart de Arkansas (tiene una fijación con Wal-Mart y los mall). Fin de las deslocalizaciones empresariales y del shipping sin coste aparente. El yogur griego te lo comerás en Grecia, y punto. Se acabaron los melones en enero y las naranjas en abril para nosotros. “Life will become intensely and increasingly local”. Y ahí entra el enfoque urbano de Kunstler (lo que le distingue de otros doomers, aunque muy americanizado; reconoce que las comunidades de Europa o China lo tendrán mejor) como escenario final y protagonista de la catástrofe. De entrada, “the tragic truth is that much of suburbia is unreformable”: la reducción de la movilidad con motor obligará a repensar los entornos locales del sprawl que no podrán adaptarse a los usos mixtos, las zonas peatonales, la reducción de escala o la inclusión de servicios en el entorno urbano. Las áreas residenciales de las afueras (el suburbia) serán las barracas deprimidas del futuro. Será el fin de la era industrial que empezó en el siglo XIX y, por supuesto, el fin de esa modelo de vida postindustrial que nos ha llevado a cuotas de confort jamás imaginadas en la historia de la Humanidad. Como la cosa pintaba tan mal, inspiró un documental “The End of Suburbia: oil depletion and the collapse of the American dream” del estilo de esos que ahora están tan de moda. Después de eso se ha dedicado principalmente a la ficción (apocalíptica por supuesto); escribe un curioso  blog titulado con un cachondo clusterfuck nation, donde postea cada lunes (en jerga militar clusterfuck significa múltiples problemas simultáneos; si fueses un soldado más educado dirías Charlie Foxtrot, que es lo mismo; si fueses legionario bastaría follón).

Al margen del deprimente escenario propuesto por Kunstler (aunque verosímil como en todos los doomers)  ¿Realmente esto puede ser así? ¿Es la ciudad un elemento clave en el desarrollo de la sostenibilidad? ¿Es el battlefield? ¿Qué rol toma la ciudad en la crisis ambiental y climática? En 1994 (y aún con el jet-lag de la Cumbre de la Tierra en Río de 1992) un conjunto significativo de ciudades europeas (80 ciudades, la mayoría formando parte de la red de gobiernos locales para la sostenibilidad ICLEI) así como varias organizaciones internacionales, hasta 600 participantes, consensuaron un documento, la “Carta de Aalborg”, en el que entendían a la ciudad como el elemento clave en la búsqueda de la sostenibilidad: ”Nosotras, ciudades europeas […] estamos convencidas de que la vida humana en este planeta no puede ser sostenible sin unas comunidades locales viables”. Se entendía a la ciudad como responsable de la situación ambiental: por su concentración demográfica, el consumo de materias primas, servicios o energía, la ocupación del territorio, etc. Hoy, más de 2.500 gobiernos locales y regionales europeos se han comprometido; incluso Cascajares de la Sierra, en Burgos, o Xewkija, en Malta. El principal instrumento de gestión para ello lo constituiría el Programa 21, la herramienta surgida de la Declaración de Río. La Agenda 21 (nadie utiliza lo de «Programa») es el plan de acción que conjunta la auditoria ambiental con el consenso de políticas down to top.

¿Hay que repensar las ciudades? ¿Qué retos afronta hoy el urbanismo? muchos y enormes y, en buena parte, derivados de la falta endémica de estructuras (técnicas, sociales, ambientales) en la ciudad actual que permitan gestionar un ecosistema de grupos urbanos. Precisamente esa -la aplicación de modelos ecológicos a la comprensión de la ciudad- es una de las fórmulas más simples y, a la vez, eficientes de optimizar las estructuras metropolitanas de organización en la transformación del suelo (literalmente la urbanización). De hecho, el enfoque green no ha sido un mainstream en la arquitectura o el urbanismo hasta hace muy poco: las edificaciones más recientes (por supuesto reconocidas, exitosas y premiadas) no han sido sino una apología del vidrio y el acero (lo más alejado de la naturaleza que existe), comprensible en la época del crédito fácil, la energía barata y las bolsas al alza. Y sólo hay que ver cuál ha sido el modelo de desarrollo urbanístico en España (suelo barato como fuese y dónde fuese, que había demanda y ya se sabe que el precio de un piso no baja, o sí), para entender que los modelos de ciudad compacta o metabolismo urbano circular de Richard Rogers eran poco más de chorradas ininteligibles (que luego también le ha dado al vidrio lo suyo, el tío…). Eramos superhombres, y cuanto más alejados de la naturaleza más claro quedaba. Como ahora pintan bastos pues toca reinventarse, y de ahí la hornada de “arquitectura sostenible” que nos rodea. Lo que sea para vender casas nuevas, tú.

Suburbia”, un false friend que en castellano suena como a ”soberbia”. La cosa hasta tiene su guasa.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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