Cuando China dejó de ser una potencia mundial


Vivimos tiempos de crisis y eso, sobre todo, quiere decir cambio. Después de 500 años, de visión eurocéntrica del mundo, nos cuesta asumir esa nueva realidad. Muchas de las potencias económicas y políticas del siglo XX serán sustituidas por otras: Lo de China e India está claro. Pero también Brasil, México, Egipto… los Next-11 de Goldman Sachs. Pero desde una perspectiva histórica, esa dinámica no es tan extraña. Ese mundo nuestro eurocéntrico (y luego Atlantista) se empezó a armar políticamente en 1648. Entonces se firmaron los famosos Tratados de Westfalia entre el Sacro Imperio Romano Germánico (el llamado «Primer Reich«), los Países Bajos y los Reinos de España, Francia y Suecia. Con ese acuerdo acababa la guerra de los Treinta Años en Alemania y la guerra de los Ochenta Años entre españoles y holandeses. Pero, además, la «Paz de Westfalia» establecía un nuevo orden político. Liquidaba el sistema feudal y esa idea suya de que los territorios se heredaban. Surgían así los modernos Estados-Nación y aparecía una burguesía mercantil que, poco a poco, erosionaría el poder de los reyes y de la Iglesia.

¿Pero qué pasaba en el resto del mundo en 1648? América empezaba a colonizarse. Los portugueses y holandeses se repartían la costa del actual Brasil, mientras los españoles conquistaban la Sudamérica que da al Pacífico. África era un guirigay de tribus, donde los europeos empezaban a capturar a sus esclavos. En Asia Central campaba a sus respetos el poderoso Imperio Mongol del sultán Sha Yaján (el que hizo construir el Taj Majal), que gobernaba el territorio existente entre las actuales Irán e India, Afganistán incluido. El resto del planeta, simplemente, no existía. Bueno, también estaba China. En China finalizaba la era de la Dinastía Ming «una de las mayores eras de gobierno disciplinado y estabilidad social de la historia humana» (según Reischauer) tras casi 300 años. China era una potencia mundial, que comerciaba con portugueses e ingleses y que, además, era un polo de innovación: las técnicas textiles chinas por entonces eran mucho mejores que las técnicas contemporáneas europeas; producía mucho más acero que los ingleses o españoles, desarrolló la imprenta, el papel, la pólvora, armas… era una potencia manufacturera, que exportaba a todas partes, con barcos mucho más eficientes que los occidentales (de 3.000 toneladas frente a los de 400 toneladas de ingleses).

Tras la Dinastía Ming, vino la Dinastia Qing (pronúnciese chinj). Sería la última dinastía imperial hasta la Revolución Comunista liderada por Mao, y la abdicación de Pu-yi, el último emperador, en 1912. Con los Qing, el desarrollo económico de China no se detuvo. Y eso que los Qing (de etnia Manchú, que no de etnia Han como los Ming) miraron más dentro que fuera: se centraron en unificar el país y en establecer un férreo gobierno central, llevando la capital a Beijing. Pero China seguía prosperando. El gobierno central estimulaba el cultivo de nuevas tierras, reduciendo o eximiendo de impuestos por ello. Esa política llevó al desarrollo económico y social tanto en los terrenos fronterizos como en el interior. A finales del siglo XVIII, los chinos eran ya 300 millones de habitantes, el 40% de la población mundial (y sin PIB no habría más población). Pero es que China generaba la tercera parte del PIB mundial al final de la Dinastía Ming. En 1820, durante la Dinastía Qing, China llegó a ser el estado más rico y grande del planeta. Entonces, los colonos de Norteamérica no vivían mucho mejor que los campesinos chinos. Menos de 200 años después, a finales del Siglo XX, los chinos no conseguían generar más del 7% de la riqueza mundial. China se había quedado atrás sin saber muy bien cómo. ¿Qué pasó?

China se había centrado demasiado en sí misma. La colonización de las Indias y América daban a los europeos una fuente de productos agrícolas adicionales, que podía compensar sus malas cosechas. El azúcar de las Islas del Caribe aliviaba la presión al sistema agrario europeo. En esa época, y hasta que llegaron los fertilizantes nitrogenados sintéticos de Haber, los rendimientos agrarios dependían sobretodo del uso de abonos naturales. Pero aunque el delta del Yangtsé era tan eficiente como el valle del Támesis en producción textil (un producto de gran valor añadido), China se quedó atrás al estallar la Revolución Industrial. El cambio de paradigma que fue el cambio del trabajo manual por la industria y la manufactura, originado en Inglaterra, no cuajó en China. Antes que la máquina de vapor llegó la Spinning Jenny, la eficiente máquina de hilar inventada por James Hargreaves a mitad del siglo XVIII. Este cacharro multiplicaba el número de carretes que se hilaban mejorando enormemente la productividad. Y más todavía cuando la rueca se accionó con el giro de una rueda girada por agua (o sea, un molino hidráulico), como eran la máquina de hilar hidráulica de Arkwright y la de Crompton. Entonces el rendimiento se multiplicó por 100. En poco más de treinta años, los ingleses bajaron el precio de medio kilo de hilo de 38 chelines a 3 chelines. Era 1832. Y eso que Asia era el gran exportador mundial. Y luego llegaron los americanos. En 1860 los yanquis producían dos tercios de todo el algodón; eso sí, cultivado e hilado por esclavos…

Pero existía otro elemento fundamental. Por entonces, el suministro energético de las fábricas chinas e inglesas era muy parecido: esa energía hidroléctrica de turbinar el caudal de sus ríos. Pero eso sólo ocurría si las fábricas estaban en el lugar adecuado (es el problema de los recursos naturales: aquí sí hay pero aquí no). Y entonces llegó la máquina de vapor y, claro, la demanda de carbón. Los ingleses tenían minas de carbón a pocos kilómetros de sus fábricas, o cerca de cauces navegables. El carbón extraído en Newcastle o en Gales llegaba en pocos días a las plantas siderúrgicas de Sussex, Yorkshire o Cumberland. Con ese hierro se fabricaban las máquinas de hilar, mientras quemando carbón en maquina de Watt se hacía girarlo todo. Los tejidos de Lancashire inundaban el mundo; si las muselinas indias eran mejores, el algodón inglés era mucho más barato… en India. Y eso que el precio allí incluía una mano de obra más cara y veinte mil millas de transporte. Pura productividad. Se calcula que a principios del siglo XX, el 40% del textil del mundo se fabricaba en un radio de 80 kilómetros de la ciudad de Manchester.

¿Y China? el carbón chino estaba en Shaanxi y en Mongolia. A gran profundidad y a un mínimo de unos 2.000 kilómetros de distancia en línea recta, sin vías transitables y lejos de cauces navegables. Eso era un doble problema. El coste del acero para maquinaria sería mayor, y también el de la mecanización industrial del textil. Pero, además, esas tierras estaban bastante despobladas. Entre los bárbaros y la peste negra (que también asoló a China) en el siglo XIV buena parte de sus habitantes del norte carbonífero había migrado al sur, hacia el delta del Yangtsé: Shanghai, Nanjing, Hanzhou… era (y aún es) la gran área industrial de China. Pero se quedó atrás: sin telares, ni carbón y sólo quemando madera, ni el textil ni su siderurgia pudieron avanzar suficientemente. Añada a eso el poderío colonial, la armada inglesa, las guerras del opio, la organización feudal China, su autarquía financiera (se financiaban su propio déficit, sin incentivar a los inversores financieros, propios o ajenos) y entenderá como ese declive económico, industrial e incluso social (los Qing fueron cada vez más déspotas), que se inició por no tener energía barata, acabó con la Dinastía Qing en 1912. Las revoluciones, lícitas o no, siempre se originan cuando la gente tiene hambre y es humillada. Pues ya ven.

A ese momento histórico Samuel Huntington primero, y sobretodo Kenneth Pomeranz  después, le han llamado «la gran divergencia» (el libro del 2000 de Pomeranz es un best seller). Fueron esos años en que los europeos, con un sistema político lejos de lo feudal, mucho más estructurado (si quiere con el software de la Ilustración) con sus colonias (o sea recursos), con la tecnología y sus costes energéticos (o sea, una mejor productividad) eclipsaron a todas las potencias asiáticas. Jared Diamond daba una explicación similar en «Armas, gérmenes y acero» (premio Pulitzer 1998) a porqué el mundo se ve con los ojos de los occidentales. El título lo deja claro: una mejor organización política, la tecnología y las enfermedades a que los europeos eran ya resistentes, les permitieron dominar el mundo desde 1492. Y es que siempre es igual: la tecnología modifica la economía, y luego la sociedad. Y no al revés. Y eso pasó en China y en toda Asia. No pudieron competir con la tecnología europea, además de la disponibilidad de recursos. En el siglo XX la cosa ha cambiado para China, ya sabe. Pero esa es otra historia. U otro post.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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17 respuestas a Cuando China dejó de ser una potencia mundial

  1. Enrique Quiróz dijo:

    David, me gusta mucho tu blog, gracias por compartirlo conmigo. Pero como lo cortés no quita lo valiente debo decirte que escribes fatal. Para ejemplo, te mando un cortapeguineitor del DRAE:
    sobretodo.
    1. m. Prenda de vestir ancha, larga y con mangas, en general más ligera que el gabán, que se lleva sobre el traje ordinario.
    2. m. Am. Abrigo o impermeable que se lleva sobre las demás prendas.

    Y eso sin entrar a valorar lo de «los gases de la combustión del carbón» para lograr fuerza motriz.

    Menudencias que le quitan lustre a un trabajo bien hecho. Continuaré a seguirte.
    Un abrazo

    • David Ruyet dijo:

      Gracias por su aportación, Enrique. ¿Qué escribo fatal? ¡¡¡Por supuesto!!! ¿¿¿Por quién me ha tomado??? Y aunque creo que merezco un poquito más que un simple “fatal”, no debe olvidar que esto es un puto blog. Aquí se escribe on line. ¿Y sabe qué quiere decir eso? Pues que lo que se teclea (aquí no hay lápiz ni tinta) no pasa por muchos filtros. Y eso es una artesanía como cualquier otra, pero aquí en lugar de arquitectura resulta gotelé. Con suerte un post lo releo una vez; quizás dos. Luego sí, con el paso de los días, lo repaso; a veces cambio alguna imagen, añado un link, o corrijo algún error de esos flagrantes que dice usted que se me pasaron. Aquí no hay un texto en papel, que repose una temporada en la mesa de mi despacho. Que se pueda leer con tranquilidad. Que pueda corregirse. Que se contextualice. Que con el paso de los días y las nuevas lecturas, pierda lo superfluo. Que se le pueda podar. Que adelgace. Esto es grasa, amigo. Y ya sabe qué pasa con los lípidos. Que son tan ricos como marranotes. Como esta respuesta a su comentario, que no he releído ni una vez. ¡Ala! ¡Pa’lante! Eso sí, prometo mejorar. Muchas gracias por su comentario (créame) y por seguir este blog.

      • quirozenrique@hotmail.com dijo:

        Gracias.

        Y por eso de la perplejidad fecunda; has pensado alguna vez que muchas de las (interesantísimas) cosas que dices pueden constituir una referencia para mucha gente no sólo en lo conceptual sino también en lo formal? Lo de la mujer del César, vaya.

      • David Ruyet dijo:

        Que sí, que sí, Don Enrique… Que tiene usted razón. Pero al final uno tiene el tiempo que tiene y prioriza. Y es que la vida es tan corta…

  2. Jaime dijo:

    Enrique: No se dice «continuará a seguirte», pero no nos importa.

  3. Jaime dijo:

    Fantástico blog! Cada post me vuelve a sorprender…
    Muchas gracias por compartir!

    Un saludo

  4. Sergio Ramos dijo:

    Un post asombroso, pensaba escribir algo parecido, pero tú lo has hecho mil veces mejor de lo que yo pensaba jajaja.

    Yo iba a comentar que mucho antes de que las civilaciones existían, China ya había construido barcos y técnicas de cultivo de soja en los mismos, además podrían haber conquistado el planeta (literalmente), de no haber sido que murió su emperador «que favorecía el desarrollo y la expansión» y comenzó una distanía de «reflexión y filosofía». Al menos ese iba a ser mi punto de comienzo.

    Además de que iba a comentar, cómo es que hoy en día, en el S. XXI se han cambiado las tornas de la economía mundial. Es cómo si, los Chinos estuviesen destinados a ser los reyes en todo, y ya se sabía desde el pasado…

    No sé si asombrarme o preocuparme por ser Europeo jajaja.

    Saludos.

  5. Sylvia dijo:

    Muchas gracias ha sido muy interesante, sobre todo porque se sabe, o sé, muy poco sobre China.
    Ya sé que se le llama yanquis a todo norteamericano pero no todos fueron yanquis etc …
    Creo que escribes bien y con claridad, y te lo agradezco.
    Saludos
    Sylvia
    P. D.Muy interesantes las fotos ¿no vas a poner de dónde son?

    • David Ruyet dijo:

      Gracias Sylvia por su comentario. Ahora me toca a mí entonces escribir porqué China ha vuelto a ser una potencia mundial… sobre las fotos, tiene usted razón, debería referenciarlas. Lo intentaré. Muchas gracias por seguir este blog y comentar.

  6. David, la cara que se me pone cuando leo tus artículos lo dice todo sobre el gran aprecio que llevo sobre tu forma de transformar historias a veces aburridas en novelas de lo más sorprendente y entusiasmante. Lástima que tampoco yo puedo verme la cara cuando te leo, estoy pensando grabarme y colgar el video.

    Espero no te moleste que te haya puesto en mi web como uno de mis blogger favoritos http://www.eei0.com/blogs-que-nos-gustan/

    Es un verdadero placer contar con tus aportaciones.

    • David Ruyet dijo:

      Muchas gracias Umberto por su comentario. Se lo agradezco de verdad, pues no crea uno tiene muchos estímulos para ser ameno con la que está cayendo. Gracias por seguir este blog y por difundir sus contenidos como y cuando quiera. A un blog si no lo leen, le dan mareos, arritmias, temblores, y -al poco- muere y desaparece.

  7. Juan Antonio dijo:

    Muy interensante e ilustrtivo post.Recomiendo un libro,¨China,dragón o parásito¨,de Enrique Pavón.Un libro muy clarificador de lo que se avecina y por qué.

  8. Destripaterrones dijo:

    El problema de China, por lo que he leído, es que padeció lo que se llamó «alto nivel de equilibrio demasiado temprano», que, junto a su inmensa y concentrada población, hacía inútil los avances de la industrialización.

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