El criminal de guerra que ganó el premio Nobel y cambió la agricultura mundial


Fritz Haber nació en Prusia, en lo que hoy sería Polonia, pero que en 1868 era parte del Imperio Alemán. Su madre murió en el parto (algo no extraño en la época: en un nacimiento de cada 20-25 la madre fallecía). Su padre, un rico comerciante, tenía recursos para que el joven Fritz estudiase química. Al tipo no se le dio mal e, incluso, obtuvo el doctorado. Se casó en 1901 con Clara Immerwahr, la primera alemana con un doctorado en química. Clara era judía como Haber –askenazí-, pero este se había convertido al cristianismo años antes para disgusto de su padre. Tras la boda, Haber se dedicó a la electroquímica con éxito. Entre 1894 y 1911 se centró en la química del nitrógeno. Entonces, ya se sabía que los compuestos nitrogenados permitían una regeneración rápida de las tierras de cultivo. Pero hasta inicios del XIX lo único que se usaba como abono era una mezcla de estiércol con guano y agua, pues lo habitual era la rotación de tierras con leguminosas, que fijan el nitrógeno atmosférico al suelo. En 1820 en Chile y Perú se descubrieron y empezaron a explotar los grandes yacimientos de nitratos utilizables como abono, pero eran caros.

Y llegó Haber. Los nitratos eran interesante como fertilizantes y también para… fabricar explosivos. Así que imaginen la que se lió cuando patentó el llamado, entonces, Proceso Haber que permitía sintetizar amoníaco a partir de vapor, aire y metano (o sea, energía). En realidad, la reacción se produce a alta presión (200 kilos) y temperatura (450-500ºC) entre el nitrógeno del aire con el hidrógeno, que se obtiene por reformado del metano. El amoníaco resultante, al oxidarse, permite obtener los preciados nitratos, y así ¡zas! los preciados abonos sintéticos y el TNT. La innovación era brutal. Se pasaba de importar los lejanos y carísimos nitratos, a fijar de forma artificial el omnipresente nitrógeno (es más del 78% del aire). Con ello mejorarían enormemente los rendimientos agrarios. Adiós al estiércol. Adios al guano. Adiós a los barcos de Chile cargados de salitre. Carl Bosch, que trabajaba en BASF (pronúnciese béaseéfe), ayudó a Haber a mejorar el proceso en 1913 y a comercializarlo. De hecho, BASF financió buena parte de la investigación. Fruto de la cooperación, ese proceso de síntesis de amoníaco se llamó Proceso Bosch-Haber. La venta de la patente hizo rico a Haber a razón de un céntimo por kilogramo de amoníaco.

¿Qué significaba el amoniaco sintético? Un cambio de paradigma. Porque los abonos eran difíciles de conseguir y de pronto Haber y Bosch habían descubierto como producirlos de forma artificial. Piense que la alternativa a abonar era rotar cultivos o dejar las tierras en barbecho. Además, si había que importar nitratos, también había que importar el guano. El guano es esa mierda (literalmente) de aves, focas y murciélagos, que contiene un alto porcentaje de nitrógeno, fósforo y potasio, y que también tenía que traerse de lugares remotos en el Pacífico. Imaginen si era relevante el guano que Perú y España estuvieron en guerra en 1864 por el de las Islas Chincha. Pero es que Chile, Bolivia y Perú también se zurraron en 1880 por lo mismo: guano y salitre del desierto de Atacama. O sea, la cosa de las mierdas esas era muy seria. Y en esas que, mientras en BASF empezaban a fabricar los abonos sintéticos con el Proceso Haber, llegó otra guerra: La Primera Guerra Mundial.

Pero el cambio estaban en marcha. Hasta entonces, las grandes mejoras tecnológicas aplicadas a la agricultura habían sido poco más que pasar del buey al caballo como animal de tiro para arar (era más rápido). Y eso ocurrió en la Edad Media. Se siguió así (con alguna mejora en los arados) hasta 1868 cuando apareció el primer tractor accionado por una máquina de vapor: un arado acoplado a una locomotora pero sin railes, vaya. Piense que, además, un caballo tenía un elevado «autoconsumo» al comerse la tercera parte de lo que, tras labrar, se cosechaba. Y eso que entre 1650 y 1850 se había dado una auténtica revolución agrícola: el maíz, la caña de azúcar y la patata llegaron de América, se introdujeron los abonos, se inició la rotación y selección de cultivos,… Y, claro, con ello la población mundial dobló: se pasó de 550 a 1.200 millones de personas en 1900. Con la introducción masiva del petróleo llegó el tractor con motor de explosión a principios del siglo XX (entonces habían 21 millones de caballos en Estados Unidos) y con ello de paso se liberaban un montón de hectáreas para cultivo. Pero fíjese qué, en realidad, todas las mejoras técnicas agrarias fueron ¡mejoras energéticas! es decir, introducción de energía más barata. Porque los fertilizantes nitrogenados sintéticos de Haber no eran sino metano y vapor, a alta presión y alta temperatura, o sea…¡Energía! Hoy se producen más de 100 millones de toneladas de fertilizantes con el proceso Haber, que consumen casi el 1% de la energía mundial.

Pero volvamos a la Gran Guerra. Haber, además de un genio de la química, era un convencido patriota alemán. Eufórico cuando los alemanes invadieron Francia en julio de 1914, abrió otra línea de investigación en el Kaiser-Wilhelm-Institut für physikalische Chemie und Elektrochemie del que era director: la producción de gases venenosos para uso militar. Su primera gran idea fue producir gas cloro venenoso (el gas Chlorine). Si bien hubieron opiniones en contra de todo tipo (que si era inmoral, que si el viento lo llevaría contra las líneas alemanas, que si el veneno era de cobardes…), el 22 de julio de 1915, el mismo Haber dirigía el ataque de una nube de 168 toneladas de gas cloro que arrasó las trincheras en Ypres de los soldados francocanadienses. Fue un éxito para los alemanes, y podría haber sido mayor si tras lanzar el gas sus tropas hubiesen avanzado, pero temían morir por el Chlorine. La Guerra Química era real. A los pocos meses, Haber impulsaba la Fundación Kaiser Guillermo para las Ciencias Técnicas y Militares donde 1.500 personas investigaban nuevas tecnologías militares. Por ejemplo, se empezó a lanzar gas en proyectiles en lugar de impulsar una nube. Luego llegaría el gas mostaza.

Pero no fue suficiente con los gases venenosos. La entrada de los americanos en la guerra, aprovechando el hundimiento del RMS Lusitania en 1915 por los alemanes, decantó la balanza del lado aliado. El Imperio Alemán solicitó el armisticio el 11 de noviembre de 1918. Aquello sumió a Haber en una profunda depresión. Justo entonces la Academia Sueca de Ciencias le otorgaba el premio Nobel de Química de 1918 por su contribución a la síntesis del amoniaco; por ser «un medio extraordinariamente importante para el desarrollo de la agricultura y el bienestar de la humanidad«, y le felicitaba por su «triunfo en el servicio de su país y de la humanidad«. Pero como en 1918 aún se estaba en guerra, el premio no se entregó hasta julio de 1920. Meses antes, en febrero de 1920, los aliados presentaron una lista de «criminales de guerra» de 194 páginas con 895 nombres, que además de príncipes, generales del ejército alemán o comandantes de submarinos, incluía al… profesor Fritz Haber. Sin embargo, le otorgaron el premio. Curiosa lista pues los aliados tardaron seis meses en desarrollar también sus gases venenosos. Ya sabe que la historia la escriben los vencedores… Ese mismo año, Haber desarrolló un pesticida basado en el cianuro, el llamado Zyklon A, que años después fue modificado por los Nazis en el temible Zyklon B. Con ese gas, mataron a miles de personas (algunos Haber) en las cámaras de gas de los campos de Auschwitz-Birkenau, Majdanek y Mauthausen.

Y es que con la llegada de Hitler al poder, en 1933, Haber tuvo que huir de Alemania. Ni sus esfuerzos patrióticos, ni su contribución científica, ni siquiera el premio Nobel fueron suficientes para hacer olvidar a los Nazis que, aunque convertido al cristianismo, en el fondo era un aschkenasische Juden. Haber moría al año siguiente de un ataque al corazón a los 65 años en Suiza. Cuando le preguntaban sobre el uso de sus descubrimiento Haber contestaba «la muerte es la muerte«. No todos pensaban así. Clara, su mujer, se suicidó de un tiro en 1915 tras el primer uso del gas venenoso. No soportó la idea de que, tras el primer ataque con armas químicas, su marido se fuera a Rusia a dirigir el segundo. Su hijo Hermann emigrado a Estados Unidos se suicidó allí en 1946, avergonzado. Ludwig, el hijo que tuvo con su segunda esposa Charlotte, lo contó todo en «The Poisonous Cloud«. Menuda historia. Menudo ejemplo de lo que es la raza humana. Tenga por seguro que sin los fertilizantes sintéticos nitrogenados de Haber no hubiésemos podido alimentar a los 7.000 millones de personas que hoy somos. Pero piense también en ese extraordinario genio científico, que puesto al servicio de la peor motivación acabó asesinando a millones de personas. Paradojas del ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor. Ya sabe: Sic Transit Gloria Mundi.

Acerca de David Ruyet

David Ruyet (Barcelona, 1970) has 25 years of proven experience within the renewable energy industry in Europe and South America. Graduated as industrial engineer with a specialization in nuclear energy in 1997, holds an MBA from ESADE Business School. He is also about to present his dissertation to receive a doctorate degree in economy in Spain. Blogging at www.davidruyet.net is an opportunity to share opinions on current issues related to energy energy and the economy.
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15 respuestas a El criminal de guerra que ganó el premio Nobel y cambió la agricultura mundial

  1. Victor dijo:

    Interesante lectura. Gracias!

  2. enrique dijo:

    muchas gracias, David!

  3. susanaj39 dijo:

    Fascinante historia, pensar que la mayoría de los familiares de Fritz Haber que no pudieron huir, fueron recluidos en los campos y muchos de ellos fueron asesinados con el mismo gas que Haber había inventado! He disfrutado mucho con tu estilo fresco, directo y muy ameno David. Ya estoy deseando leer tu próximo.

    • David Ruyet dijo:

      Gracias por su comentario, Susana. De momento, tiene los 98 post anteriores… 😉 El próximo será el post número 100 en 15 meses, y tiene bastantes números para que trate de la crisis del movimiento ecologista o de la chapuza de la conferencia Rio+20… ¡Gracias por seguir este blog!

  4. Joaquín dijo:

    Muy interesante, además una parte de nuestra historia totalmente desconocida para mí.
    Gracias.

  5. Pingback: Cuando China dejó de ser una potencia mundial | el blog de David Ruyet

  6. Excelente historia… Personas como Haber deberían ser más conocidas, ya que gracias a su tiempo y sus inventos lograron grandes cosas. Estoy aprendiendo sobre agricultura y fue muy bueno encontrar esto. Gracias! Y te dejo el sgt enlace para que conozcas un poco del agro en mi país http://www.agronet.gov.co

  7. Destripaterrones dijo:

    El nivel medio del blog es muy alto, pero esta entrada lo supera claramente. La biografía de Haber sí que es fascinante. Desde luego no es un personaje del que los americanos, para los que todo parece ser blanco o negro, harían una película.

    ¿Ha leído el libro «El mundo alemán de Einstein», de Fritz Stern? En él se narran las biografías de una serie de científicos alemanes judíos de la época de Einstein. Aparecen gente como Planck o W. Rathenau, y el perfil, bastante amable, que Stern hace de Haber lo presenta como un patriota convencido y dedicado, contraponiéndolo al escéptico Einstein (es una especia de biografía dual conjunta de ambos).

  8. Pingback: ¿Se acabó el trabajo? (y V): Epílogo | el blog de David Ruyet

  9. muy conmovedora historia saber que este haber fritz aya creado un elemento quimico para lo que hoy llamamos el mundo entero osea es sorprendente que el haya creado el amoniaco

  10. iker dijo:

    parte de la historia que no la sabia me parece muy relevante dar a conocer estas cosas paradójicas
    del ser humano . gracias

  11. Juan A dijo:

    Pero ¿qué nos está pasando? Acaso estamos perdiendo el sentido crítico. Todo alrededor de este maldito sí personaje desde su nacimiento es muerte: su madre al parirlo, su esposa, su hijo, sus estudios e investigaciones para matanzas del otro no alemán…¿Y qué aporta? más muerte lenta: los abonos sintéticos no pueden aportar apenas todos los nutrientes que necesitan las plantas, y el consumo de estos alimentos sin magnesio p.e. ocasiona ciertos déficits en la alimentación. Por no hablar de otros perjuicios de la agricultura intensiva. No hay más elevado beneficio e invento que la naturaleza que diseñado nuestra evolución física: ver entonces la superagricultura natural de Masanobu Fucuoka mucho más productiva.

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